Me gustaría compartir con vosotr@s esta maravillosa entrevista que el Dr. Alberto Martí Bosch no ha regalado a todos los que le seguimos y nos rendimos ante su sencillez y su honestidad a la hora de tratar todo lo relacionado con esta" lacra llamada cancer".
Gracias a su empeño y a "casi toda una vida" de dedicación y estudios hoy puede ir un poco más allá y regalar a sus pacientes nuevas armas,para dotarlos de recursos menos agresivos y demostrar que en" este mundo del cancer" hay una medicina paralela a la quimio y la radio,mas saludable,menos toxica e igual de efectiva.
Espero que las disfrutéis tanto como nosotros,que os aporte cosas positivas y que os cambie un poquito la percepción que tenemos de esta enfermedad,ojala entendáis que como pacientes o familiares de la persona que libra la batalla,se puede o podemos hacer mucho más que acompañarles y que el paciente también puede hacer mucho más por curarse que limitarse a ponerse un tratamiento.
"No corren buenos tiempos para la salud" y el momento de que todo empiece de nuevo parece estar cerca,por eso hay que asimilar rápido,recuperarse del impacto,revolverse contra la vida incluso y preparase para luchar sin tregua,para buscar nuevos recursos,para hacer que el camino no sea tan duro y conseguir que nuestro cuerpo sea un autentico infierno para estas células.
..y sobre todo para demostrarles a estas células,que una vez más se equivocaron de cuerpo...
Parece que siempre estamos luchando los mismos,que esto no acabará nunca,pero aquí estamos con la mirada al frente,con más recursos que nunca y sin ninguna intención de perder...
Aquí os dejo la entrevista...
Oncólogo pediátrico, medico en medicina general e infancia,homeopatía y fitoterapia,el Dr. Alberto Martí Bosch dictó en el III Congreso Internacional sobre Tratamientos Complementarios y Alternativos en Cáncer que acaba de celebrarse, una magistral ponencia en la que situó como elementos fundamentales -no únicos- del tratamiento de cualquier enfermedad -cáncer incluido- una alimentación cuya base sean las verduras y las frutas, una dieta hiposódica, una desintoxicación profunda del organismo usando básicamente infusiones de hierbas y baños calientes con sal marina; tratamiento que aún se puede complementar con otras terapias dependiendo de cada situación particular. Hemos hablado de ello con él.
Gracias a su empeño y a "casi toda una vida" de dedicación y estudios hoy puede ir un poco más allá y regalar a sus pacientes nuevas armas,para dotarlos de recursos menos agresivos y demostrar que en" este mundo del cancer" hay una medicina paralela a la quimio y la radio,mas saludable,menos toxica e igual de efectiva.
Espero que las disfrutéis tanto como nosotros,que os aporte cosas positivas y que os cambie un poquito la percepción que tenemos de esta enfermedad,ojala entendáis que como pacientes o familiares de la persona que libra la batalla,se puede o podemos hacer mucho más que acompañarles y que el paciente también puede hacer mucho más por curarse que limitarse a ponerse un tratamiento.
"No corren buenos tiempos para la salud" y el momento de que todo empiece de nuevo parece estar cerca,por eso hay que asimilar rápido,recuperarse del impacto,revolverse contra la vida incluso y preparase para luchar sin tregua,para buscar nuevos recursos,para hacer que el camino no sea tan duro y conseguir que nuestro cuerpo sea un autentico infierno para estas células.
..y sobre todo para demostrarles a estas células,que una vez más se equivocaron de cuerpo...
Parece que siempre estamos luchando los mismos,que esto no acabará nunca,pero aquí estamos con la mirada al frente,con más recursos que nunca y sin ninguna intención de perder...
Aquí os dejo la entrevista...
Oncólogo pediátrico, medico en medicina general e infancia,homeopatía y fitoterapia,el Dr. Alberto Martí Bosch dictó en el III Congreso Internacional sobre Tratamientos Complementarios y Alternativos en Cáncer que acaba de celebrarse, una magistral ponencia en la que situó como elementos fundamentales -no únicos- del tratamiento de cualquier enfermedad -cáncer incluido- una alimentación cuya base sean las verduras y las frutas, una dieta hiposódica, una desintoxicación profunda del organismo usando básicamente infusiones de hierbas y baños calientes con sal marina; tratamiento que aún se puede complementar con otras terapias dependiendo de cada situación particular. Hemos hablado de ello con él.
                        “Para solucionar un problema, primero hay que entenderlo”.            
Los seres humanos afrontamos desde hace unas décadas las llamadas “enfermedades” como una auténtica guerra que hay que librar contra sus “responsables”, agresores externos (bacterias, virus, hongos, parásitos, priones…) a los que hay que combatir. Y por eso los médicos utilizan hoy un lenguaje eminentemente bélico y hablan de “librar combates”, de hacer la “guerra a la enfermedad”, de “enemigos a combatir”, de “ataques” -sistémicos o localizados-, de “victorias” y “derrotas. Y por razones obvias otro tanto pasa con el lenguaje con el que se describen las técnicas “médicas” –por eso hablan de cortar, quemar, destruir, bloquear, eliminar…- así como de las ”armas” para hacerlo, cuyo conjunto se define de hecho como “arsenal” terapéutico.
Incluso en el ámbito del cáncer porque también los tumores se 
ven como algo patógeno, como la causa del descontrol de un grupo de células 
anárquicas que amenazan con extenderse por el resto del organismo hasta 
ocasionar su destrucción –reminiscencia de quienes aún defienden que hay que 
mantener el control social a toda costa y no permitir la anarquía-, “amenaza” 
que justifica pues el uso de todo tipo de acciones bélicas de carácter agresivo 
aunque por ello haya “víctimas colaterales” (las células “sanas”).
¿Y a dónde nos ha llevado esta visión de la “falta de salud”? 
A no saber curar prácticamente ninguna de las llamadas “enfermedades”. Quizás 
porque en realidad ni existan ni haya “enemigos que combatir”. Por otra parte, 
aún si fuera así, si éstos existieran, la táctica de agredir nuestro propio 
organismo con el absurdo argumento de que así lo ayudamos, es sencillamente 
estúpido.
Entre quienes así lo piensan hoy está el doctor Alberto Martí 
Bosch, quien tras compartir durante algún tiempo la filosofía dominante entre la 
clase médica llegó un día a la conclusión de que lo mejor que puede hacerse ante 
cualquier proceso patológico es ayudar al organismo a que afronte por sí mismo 
el problema, potenciando su sistema inmune y llevándolo a un estado de 
equilibrio y armonía idóneos mediante una desintoxicación profunda y una 
adecuada nutrición. Aunque no renuncie, cuando entiende que hace falta, a 
combatir los tumores que crecen y ponen en peligro la vida -por impedir en un 
momento dado el correcto funcionamiento de un órgano- con tácticas más 
inteligentes y menos agresivas. ¿Cómo? Aplicando a la Medicina la Poliorcética o 
arte del asedio.
Díganos, doctor, ¿cómo es posible pasar de la práctica de la 
Oncología pediátrica a la práctica de la Medicina Natural teniendo en cuenta las 
enormes diferencias que ambas mantienen sobre el abordaje del cáncer? 
Bueno, yo diría que la Medicina Natural no se lleva mal con la 
Oncología sino que son determinados sectores los que andan enfrentados. Yo he 
estudiado y trabajado en la medicina académica. Pero esta medicina que estoy 
practicando hoy es tan académica como la que me enseñaron en la facultad. Es 
cierto que es un tipo de medicina que no me enseñaron en la universidad porque 
se ha preferido ignorarla, pero está ahí y por eso la he podido aprender. Luego, 
¿qué me hizo pasar de una medicina a otra? Cuando estás en una planta de 
hospital viendo a diario a niños tratados con quimioterapia vomitando y 
pidiéndote a gritos que no les pongas la quimio, que la rechazan de plano por lo 
mal que se encuentran después, y te imploran “Por favor, Alberto no me hagas 
esto” llega un momento en el que te planteas qué estás haciendo realmente con 
ese niño. Si tu intención es que vaya mejor, si quieres ayudarle a superar una 
leucemia, un linfoma o un sarcoma pero te das cuenta de que le estás sometiendo 
a un sufrimiento enorme empiezas a buscar la mejor manera de conseguir que ese 
niño sufra menos obteniendo el máximo beneficio posible del tratamiento que se 
le está aplicando. Y eso fue lo que me llevó a indagar en los campos de la 
Medicina Natural, saber de qué manera podría ayudar al paciente oncológico a 
mejorar sin interferir con el tratamiento propuesto en el ámbito de la medicina 
académica, la que te enseñan en la facultad cuando tienes 20 años.
¿Se compensaba al menos el sufrimiento de los niños con los 
resultados?
Los resultados que obteníamos eran muy desalentadores. Estoy 
hablando de hace 30 años, de cuando acabé la carrera. El índice de mortalidad y 
el índice de sufrimiento del paciente sometido a tratamientos de quimioterapia 
eran muy elevados. Todos los miembros del equipo llegamos a tener crisis 
personales. Veías cómo la gente que estaba contigo (compañeros, enfermeras, 
auxiliares…) terminaban deprimiéndose pronto, tiraban la toalla y se iban. Otros 
nos quedamos pensando que cuando no hay nada que hacer es precisamente cuando 
más hay que hacer porque es obligado empezar a buscar. Si con lo que hago no 
obtengo buenos resultados, me decía, debo encontrar algo nuevo. Esa inquietud es 
la que te lleva a avanzar.
Y eso es lo que ha hecho que a lo largo de más de dos décadas haya 
ido desarrollando una propuesta de tratamiento holístico, integral, con el que 
sabemos que -sobre todo en el último año- está consiguiendo muy buenos 
resultados.
Lo he dicho siempre y lo repito: yo no curo a nadie. 
Lo que hago es dar al paciente una guía que le ayude a llegar a buen puerto. Eso sí, es verdad que con el tiempo lo que inicialmente era un mero proyecto de trabajo dedicado a ayudar al paciente a que tolerase mejor la quimioterapia y a conseguir potenciar sus efectos, terminó derivando en una vía para provocar la apoptosis celular y conseguir que la célula cancerosa muera por sí misma.
Y cada vez con más frecuencia veo casos en los que los pacientes alcanzan resultados sorprendentes, pacientes cuya enfermedad -como dirían mis colegas convencionales para justificar mis resultados- “remite espontáneamente”. Así que yo, irónicamente, les digo que sí, que espontáneamente… pero con mucho trabajo.
A Dios rogando y con el mazo dando. Porque hablamos de pacientes muy disciplinados, muy motivados y mentalizados en que van a salir adelante por lo que trabajan en su proceso patológico mucho y bien.
El caso que presenté como ejemplo el 1 de noviembre pasado durante el III Congreso Internacional sobre Tratamientos Complementarios y Alternativos en Cáncer que se celebró en Madrid bajo los auspicios de la World Association for Cancer Research (WACR) y Discovery DSALUD, es el caso más reciente, más espectacular, pero he tenido otros. Aunque no podamos aún hablar de curación porque todavía estamos en fases iniciales ya que hasta que el paciente no lleve diez años sin haber recaído no puede considerarse “curado”. Lo que sí tengo claro es que el cáncer debe tratarse de forma holística.
Lo que hago es dar al paciente una guía que le ayude a llegar a buen puerto. Eso sí, es verdad que con el tiempo lo que inicialmente era un mero proyecto de trabajo dedicado a ayudar al paciente a que tolerase mejor la quimioterapia y a conseguir potenciar sus efectos, terminó derivando en una vía para provocar la apoptosis celular y conseguir que la célula cancerosa muera por sí misma.
Y cada vez con más frecuencia veo casos en los que los pacientes alcanzan resultados sorprendentes, pacientes cuya enfermedad -como dirían mis colegas convencionales para justificar mis resultados- “remite espontáneamente”. Así que yo, irónicamente, les digo que sí, que espontáneamente… pero con mucho trabajo.
A Dios rogando y con el mazo dando. Porque hablamos de pacientes muy disciplinados, muy motivados y mentalizados en que van a salir adelante por lo que trabajan en su proceso patológico mucho y bien.
El caso que presenté como ejemplo el 1 de noviembre pasado durante el III Congreso Internacional sobre Tratamientos Complementarios y Alternativos en Cáncer que se celebró en Madrid bajo los auspicios de la World Association for Cancer Research (WACR) y Discovery DSALUD, es el caso más reciente, más espectacular, pero he tenido otros. Aunque no podamos aún hablar de curación porque todavía estamos en fases iniciales ya que hasta que el paciente no lleve diez años sin haber recaído no puede considerarse “curado”. Lo que sí tengo claro es que el cáncer debe tratarse de forma holística.
Pues ese caso, especialmente significativo, impactó al público. 
¿Puede resumirlo para nuestros lectores?
Bueno, es el caso de una mujer de 31 años que acudió a mi 
consulta después de haber dado a luz. Le habían detectado un tumor cerebral en 
la 34ª semana de embarazo y tras practicársele antes una cesárea para que diera 
a luz se le extirpó luego el tumor que estaba situado en la zona parietal 
derecha. Sin embargo al hacerle una revisión general posterior se le detectaron 
metástasis pulmonares, hepáticas, óseas y musculares, teniendo afectada toda la 
cadena ganglionar, tanto torácica como abdominal. En suma, estaba “invadida”. 
Así que dado su estado el equipo médico que la atendía -creo que con buen 
criterio- decidió no aplicar ni quimio ni radio porque el sufrimiento que le 
hubieran provocado no justificaba el posible beneficio que pudiera obtenerse. Y 
en esas condiciones llegó a mi consulta. Le habían dado una esperanza de vida de 
unos dos meses. Obviamente mi primer pensamiento fue intentar proporcionarle la 
mejor calidad de vida durante el máximo tiempo posible. Pero no por eso renuncié 
a intentar algo más. De hecho no sólo le sugerí algunos tratamientos paliativos 
sino que paralelamente puse en marcha métodos terapéuticos que sabía podrían 
ayudar a que las lesiones tumorales remitieran. En suma, seguí los protocolos de 
medicina biológica que he desarrollado poniéndola inmediatamente a dieta a la 
vez que desintoxicábamos y alcalinizábamos su organismo y me aseguraba de que no 
carecía de ningún nutriente mediante el adecuado tratamiento ortomolecular. 
Asimismo potencié sus defensas con Renoven –antiguo Bio-Bac- y apoyé todo con 
los protocolos de los doctores Banerji. Y ¡oh sorpresa! a los dos meses y medio 
de tratamiento los residuos tumorales cerebrales posteriores a la intervención 
quirúrgica habían desaparecido lo mismo que las lesiones pulmonares y hepáticas, 
mientras la afectación en los ganglios había remitido y las lesiones musculares 
y óseas habían experimentado una remisión del 50%. Obviamente su calidad de vida 
mejoró mucho y por ende su esperanza de vida. Y todo esto y en tan poco tiempo 
¡con un simple tratamiento de Medicina Natural! Es verdad que se trata de un 
caso sorprendente, de los pocos que uno puede ver, pero también lo es que se 
trataba de alguien que previamente ¡no había sido sometida a ninguna terapia 
convencional! No había recibido ni quimio ni radioterapia. Y eso a la hora de 
salir adelante es fundamental, porque cuando se trata de personas que no vienen 
con el organismo envenenado o quemado y las defensas bajas es todo más sencillo.
El problema es que hoy este tipo de pacientes es poco habitual. Cada vez atendemos a más personas que ya han hecho el recorrido completo -cirugía, radio y quimio- y vienen un poco con la actitud ésa de “perdidos al río”. Es decir, a la mayoría ya les han dicho en el hospital que no hay nada que hacer, que no tiene sentido darles más quimio o radio. Llegan desahuciados. Y claro, vienen encima dudando sobre lo que puede hacer la Medicina Natural cuando nada ha logrado con ellos la medicina convencional en la que creen. En suma, casi todos llegan como perdidos. Lo singular es que a pesar de eso muchas veces logramos que remonten, que superen el cáncer, pero como han pasado por la radioterapia y la quimioterapia algunos se quedan con la duda de si no habrá sido un efecto retardado de éstas, de si su recuperación se debió a nuestro tratamiento, al convencional o a la sinergia de ambos. ¡Siguen dudando a pesar de que sus oncólogos los habían desahuciado!
Por eso son tan importantes casos como el de la joven que he resumido antes y narré en el congreso -completamente documentado- ya que confirma que nuestro tratamiento, por sí sólo, funciona.
El problema es que hoy este tipo de pacientes es poco habitual. Cada vez atendemos a más personas que ya han hecho el recorrido completo -cirugía, radio y quimio- y vienen un poco con la actitud ésa de “perdidos al río”. Es decir, a la mayoría ya les han dicho en el hospital que no hay nada que hacer, que no tiene sentido darles más quimio o radio. Llegan desahuciados. Y claro, vienen encima dudando sobre lo que puede hacer la Medicina Natural cuando nada ha logrado con ellos la medicina convencional en la que creen. En suma, casi todos llegan como perdidos. Lo singular es que a pesar de eso muchas veces logramos que remonten, que superen el cáncer, pero como han pasado por la radioterapia y la quimioterapia algunos se quedan con la duda de si no habrá sido un efecto retardado de éstas, de si su recuperación se debió a nuestro tratamiento, al convencional o a la sinergia de ambos. ¡Siguen dudando a pesar de que sus oncólogos los habían desahuciado!
Por eso son tan importantes casos como el de la joven que he resumido antes y narré en el congreso -completamente documentado- ya que confirma que nuestro tratamiento, por sí sólo, funciona.
¿Cuáles son las bases de su protocolo?
A los oncólogos, a la hora de tratar el cáncer, se nos ha 
enseñado una medicina que se basa en destruir las células tumorales en lugar de 
intentar restaurar las rutas metabólicas que son las que han sido dañadas y 
finalmente llevan al desarrollo del tumor. Y lo que se trata es de entender que 
si modificamos el “terreno” es posible hasta revertir la evolución de las 
células tumorales o provocar su suicidio o apoptosis. Se nos dice que cuando 
aparece un tumor lo primero que hay que hacer, si se puede, es “cortarle la 
cabeza”; es decir, usar la cirugía. Y en caso de no poderse se plantea entonces 
la radioterapia; es decir, achicharrar al tumor, “enviarlo a la hoguera”; bueno, 
más bien llevar la hoguera hasta él. La otra opción sería la quimioterapia, es 
decir, “envenenarlo”. Y se añade gratuitamente que si todo eso falla no se puede 
hacer nada más. En suma, al oncólogo moderno se le sugiere que puede “cortar, 
quemar o envenenar”, acciones más propias del siglo XII que de un sofisticado 
siglo XXI. Realmente patético. Es verdad que a veces hay que afrontar el 
problema de tener que eliminar un tumor porque su crecimiento puede poner en 
riesgo el funcionamiento de un órgano vital, pero en tal caso lo inteligente es 
seguir una cuarta vía de carácter igualmente bélico cuyo origen, puestos a jugar 
con las comparaciones metafóricas, también podríamos encontrar en el siglo XII y 
en los anteriores, pero que es mucho menos agresiva. Porque, ¿qué se hacía en la 
antigüedad ante una ciudad que se quería conquistar y era difícil de batir? 
Asediarla. Dejarla sin agua ni comida cortando sus rutas de abastecimiento y 
modificando el entorno para que nadie pudiera entrar o salir. Y luego sentarse a 
esperar o reforzar el asedio con máquinas y herramientas de asalto. El asedio ha 
funcionado toda la vida así que se me ocurrió la idea de incorporar ese sistema 
a la lucha contra el cáncer, para lo cual era imprescindible entender las 
condiciones de supervivencia de la célula tumoral frente a la célula sana. Hoy 
sabemos que la célula sana vive en un medio alcalino rico en oxígeno, usa muy 
poco sodio para vivir y utiliza proteínas levógiras -con giro a la izquierda- 
que son estables en él. Por el contrario, el paciente que desarrolla un proceso 
oncológico entra en acidosis metabólica -es decir, el terreno se acidifica- y 
hay entonces escasez de oxígeno –a eso le llamamos hipoxia– lo cual obliga a las 
células sanas a mutar si no quieren morir. Verá, las células sanas consiguen su 
energía por oxidación; es decir, gracias al oxígeno generan Adenosin Trifosfato 
o ATP -por sus siglas en inglés- que es la molécula base de la energía celular. 
Pero cuando el terreno se acidifica y el oxígeno escasea sólo tiene una 
alternativa si no quiere morir: encontrar otra manera de obtener energía. Y esa 
posibilidad existe y la explica el llamado Ciclo de Krebs. Sencillamente en 
lugar de oxígeno el cuerpo utiliza ácido pirúvico mediante un fenómeno conocido 
como glicolisis que le permite obtener moléculas de ATP, pero que generando 
también ácido láctico y alcohol como residuos. Se trata pues de una ruta 
anaeróbica -sin aire- para sobrevivir. Es decir, la célula sana aeróbica que 
vive en terreno alcalino se vuelve anaeróbica, pero en un entorno tan ácido que 
para poder soportarlo tiene que alcalinizar su núcleo, su citoplasma, para lo 
cual se carga de sodio de un modo desmesurado. Y asimismo utiliza para 
alimentarse proteínas dextrógiras en lugar de levógiras ya que las mismas viven 
en medios ácidos. En suma, todo tumor vive en un medio ácido pobre en oxígeno, 
cargado de sodio, y alimentándose de proteínas dextrógiras. Luego si queremos 
neutralizarlo sin atacarlo, ¿qué habrá que hacer? Pues usar la táctica del 
asedio.
Y para ello hay primero que desacidificar el terreno alcalinizando al paciente. Lo que se logra erradicando los ácidos que se han acumulado en el organismo. En este ámbito es por eso clave la alimentación -hay que eliminar de la dieta todo lo que acidifica y eso incluye el alcohol, el café, el tabaco, el azúcar, los lácteos, los hidratos de carbono refinados, la carne roja- y tomar periódicamente baños de agua caliente con sal marina.
En segundo lugar debe seguirse una dieta hiposódica, es decir muy baja en sodio o sal. Nunca he entendido que se le prohíba la sal a un hipertenso o a alguien que tiene mal el riñón o el corazón, y no se le sugiera lo mismo a un enfermo de cáncer.
Tercero, es preciso aportar al sistema enzimas proteolíticas de acción selectiva, enzimas con capacidad para eliminar las proteínas dextrógiras dejando intactas las levógiras.
Y aquí hay que recordar el extraordinario trabajo de D. Fernando Chacón, creador del Bio Bac, producto que logra exactamente eso.
En suma, si eliminamos las proteínas dextrógiras dejando a las células tumorales sin comida, hacemos una dieta hiposódica -sin sodio las células cancerosas no pueden mantener la estabilidad de la membrana y el citoplasma- y reducimos el nivel de ácidos, el medio se vuelve alcalino y rico en oxígeno. Y el oxígeno es tóxico para la célula tumoral anaeróbica.
En definitiva, para que las células cancerosas mueran basta modificar su entorno porque no sobreviven en terrenos alcalinos y oxigenados.
Da un resultado excelente. Por eso cada vez son más abundantes los casos de remisiones entre los enfermos de cáncer que siguen este protocolo.
Y para ello hay primero que desacidificar el terreno alcalinizando al paciente. Lo que se logra erradicando los ácidos que se han acumulado en el organismo. En este ámbito es por eso clave la alimentación -hay que eliminar de la dieta todo lo que acidifica y eso incluye el alcohol, el café, el tabaco, el azúcar, los lácteos, los hidratos de carbono refinados, la carne roja- y tomar periódicamente baños de agua caliente con sal marina.
En segundo lugar debe seguirse una dieta hiposódica, es decir muy baja en sodio o sal. Nunca he entendido que se le prohíba la sal a un hipertenso o a alguien que tiene mal el riñón o el corazón, y no se le sugiera lo mismo a un enfermo de cáncer.
Tercero, es preciso aportar al sistema enzimas proteolíticas de acción selectiva, enzimas con capacidad para eliminar las proteínas dextrógiras dejando intactas las levógiras.
Y aquí hay que recordar el extraordinario trabajo de D. Fernando Chacón, creador del Bio Bac, producto que logra exactamente eso.
En suma, si eliminamos las proteínas dextrógiras dejando a las células tumorales sin comida, hacemos una dieta hiposódica -sin sodio las células cancerosas no pueden mantener la estabilidad de la membrana y el citoplasma- y reducimos el nivel de ácidos, el medio se vuelve alcalino y rico en oxígeno. Y el oxígeno es tóxico para la célula tumoral anaeróbica.
En definitiva, para que las células cancerosas mueran basta modificar su entorno porque no sobreviven en terrenos alcalinos y oxigenados.
Da un resultado excelente. Por eso cada vez son más abundantes los casos de remisiones entre los enfermos de cáncer que siguen este protocolo.
¿La dieta es pues el primer elemento clave en toda estrategia 
curativa?
Siempre nos habían aconsejado no comer carne los viernes y 
muchas tradiciones reclaman la práctica del ayuno -al menos un día a la semana- 
pero nadie nos ha explicado claramente por qué. Sin embargo ya Galeno entendió 
la necesidad de depurar el cuerpo, bien a través del ayuno, bien siguiendo 
dietas vegetarianas. Las curas a base de limón, cebollas o uvas vienen de la 
época de los romanos. Y como el 90-95% de las frutas y verduras es básicamente 
agua, quien se alimenta un tiempo sólo con ellas limpia los órganos encargados 
de filtrar la sangre de los residuos metabólicos y tóxicos, es decir, los 
pulmones, los riñones y el hígado. Filtros que si se obstruyen llevan al 
organismo a intoxicarse y acidificarse. A todo el mundo se le explica que cuando 
el filtro del coche está sucio hay que cambiarlo, pero a nadie se le dice que 
cuando los filtros del cuerpo están sucios hay que limpiarlos. Pues bien, ayunar 
o hacer una dieta vegetariana cada cierto tiempo ayuda a limpiar los filtros y a 
mantener el organismo en un entorno alcalino. Obviamente si a la dieta se le 
agrega la ingesta de determinadas plantas -las hay específicas para cada órgano- 
mejoramos aún más la limpieza. Porque hay plantas que limpian los pulmones 
(tomillo, gordolobo, llantén), plantas que limpian el hígado (alcachofera, cardo 
mariano, diente de león, boldo, desmodium) y plantas que limpian el riñón (té 
verde, cola de caballo, arenaria). Así que podemos coger tomillo, alcachofera y 
té verde, por ejemplo, y obtener un remedio para limpiar a la vez los tres 
órganos. En pocas palabras, podemos eliminar ácidos a través del hígado, de los 
pulmones y de los riñones así como a través de la piel con baños de agua 
caliente con sal marina gracias a la ósmosis. Y conseguir la deseada 
alcalinización.
¿Sugiere usted a todos sus pacientes que eliminen de su dieta la 
carne?
La OMS explicó ya en 1985 que la dieta ideal debe contener un 
85% de proteínas vegetales y sólo un 15% de origen animal. Y nosotros estamos 
comiendo proteínas animales muy por encima de ese porcentaje. Mucha gente ignora 
que una dieta excesivamente proteica acidifica. También tengo que decir que es 
un error comer huevos por la noche, práctica muy habitual. El huevo tiene una 
gran carga grasa y una alta cantidad de albúmina. Nosotros recomendamos ingerir 
por ello sólo dos o tres a la semana y lo hacemos coincidir con el día 
vegetariano. Pueden pues tomarse en el desayuno o en la comida aunque nunca en 
la cena. En definitiva, la dieta debe ser especialmente suave por las noches: 
verduras, fruta, arroz o, simplemente, una ensalada. 
La clave está en el hígado, porque para que éste pueda llevar 
adelante la digestión necesita la presencia de una hormona -el cortisol- que 
sólo se encuentra en sangre cuando hay sol. Y como nuestros hábitos sociales nos 
hacen cenar cuando éste se ha ocultado -y por tanto, cuando su nivel en sangre 
es muy pobre- hacer una cena copiosa obliga a una digestión muy pesada. Y si se 
logra es gracias a que el hígado recibe de la glándula suprarrenal una hormona 
alternativa, la adrenalina -u hormona del estrés-, que ésa sí está disponible 
las 24 horas. Por eso después de una cena pesada es tan habitual que uno tarde 
en dormirse o se vaya a la cama con el corazón acelerado. Además hay que tener 
en cuenta los ritmos circadianos: de día el hígado se encarga de asimilar las 
proteínas que ingerimos pero de noche su función es básicamente drenar bilis. Y 
es el cortisol el que determina la inversión de trabajo para que de ser un 
órgano asimilador pase a ser un órgano drenador. Así que si estresamos el hígado 
todos los días haciéndole asimilar cuando debiera estar drenando, éste no va a 
eliminar luego adecuadamente los residuos metabólicos, con lo que al final se 
resiente. Se lo digo siempre a los pacientes: el problema con la alimentación no 
está normalmente tanto en lo que comemos como en los desechos que no eliminamos. 
Cuando el cuerpo no puede drenar las toxinas las va reteniendo y nos vamos 
autointoxicando, acidificándonos, abonando con ácidos el terreno para un posible 
asentamiento tumoral.
El segundo pilar básico de su protocolo para una buena 
desintoxicación y alcalinización son los baños de agua caliente con sal marina. 
¿Puede explicarlo con más detalle?
En un principio me planteé seriamente cómo conseguir un 
sistema terapéutico eficaz y simple para ayudar al paciente, porque éste ya 
tiene bastantes problemas con su enfermedad para que nosotros le generemos más. 
Y a ello me ayudaron los trabajos de la doctora Josefina San Martín Bacaicoa 
-catedrática de Hidrología Médica en la Universidad Complutense de Madrid- y de 
Schneider, sobre el mundo del termalismo.
Con ellos comencé a comprender que los baños termales son una 
excelente solución terapéutica. ¿Por qué son útiles los balnearios? Porque sus 
aguas son minerales y termales. Es decir, se trata de agua caliente que contiene 
cloruro sódico y cloruro potásico en una concentración superior a 20 gramos por 
litro. Y es agua salina en una concentración superior a la del mar y a la de 
nuestro plasma ya que éste tiene 9,4 gramos de sal por litro y la de los 
balnearios anda por los 20 gramos por litro. Pues bien, cuando uno se sumerge en 
un lugar donde el agua está caliente enseguida se le dilatan los poros de la 
piel. Pero como además está muy salada y nuestros cuerpos son en un 70%-80% 
agua, resulta que al meternos en ella se produce el fenómeno que conocemos como 
ósmosis, de forma que el agua de nuestro cuerpo sale arrastrando toda clase de 
toxinas y sales minerales a través de los poros hacia el exterior. Con lo que 
también la sal sale fuera del núcleo de las células y éstas se alcalinizan. 
Esto me hizo entender el concepto de las “sales de baño”. Siempre me pregunté qué sentido tenía echar sal al baño. Entonces lo entendí. Bueno, pues las bañeras que la mayoría tenemos en el hogar pueden convertirse en balnearios caseros de alto rendimiento y bajo costo. De hecho ¿quiénes fueron los primeros que tuvieron bañera en casa? La gente de clase acomodada. Piénsese que en los años 40 del pasado siglo XX la gente pobre no tenía ni baño. Quienes iban a los balnearios pertenecían a la clase acomodada porque un balneario ni era ni es barato. Una estancia de un mes puede costar más de 3.000 euros en la actualidad.
Algo que ni un rico paga con gusto ya que éste suele ser alguien que lo que busca es cómo obtener lo que quiere sin pagar por ello. Así que cuando los ricos se dieron cuenta de que los balnearios curan -aunque ignoraran por qué- se decidieron a estudiar cómo tener alguno siempre a su disposición pero sin pagar tanto por ello. Entonces les contaron que el agua de los balnearios cura porque sus aguas son termales. A lo que el rico responde: “¡Que me pongan una terma en casa”. Es que las aguas de balneario son minerales, les dicen luego. Y entonces preguntan qué minerales llevan, hablan con algún químico y éste les explica que en las aguas de balneario hay 20 gramos de sales por litro de agua. Así que los ricos, aleccionados, encargan bañeras sabiendo que deben llenarlas hasta la mitad -para que haya unos 100 litros de agua- y luego agreguen dos kilos de sal marina. De esa forma la proporción de sal será también de 20 gramos por litro. Y ya tienen un gradiente osmótico. Resumiendo, las bañeras caseras son en realidad artilugios terapéuticos muy eficaces que nadie nos ha enseñado a utilizar. Porque cuando el agua caliente dilata los poros de la piel y éstos se abren el organismo transpira eliminando anhídrido carbónico (CO2) a la vez que expulsa grasas, amoníaco y ácido úrico. Y todas esas fracciones ácidas que eliminamos a través de la piel en la bañera ya no necesitan ser desechadas por los pulmones, los riñones y el hígado con lo que les evitamos que tengan que filtrarlas ellos.
Basta en suma agua caliente –no hace falta que queme- y dos kilos de sal marina en la bañera para configurar un mecanismo sencillo de alcalinización rápida –media hora de baño diario bastan- a disposición de cualquiera. Y barato. Tales baños suponen una diálisis percutánea, una especie de pulmones, riñones e hígado artificiales de alto rendimiento y bajo coste que casi nadie usa porque no se lo han explicado.
Esto me hizo entender el concepto de las “sales de baño”. Siempre me pregunté qué sentido tenía echar sal al baño. Entonces lo entendí. Bueno, pues las bañeras que la mayoría tenemos en el hogar pueden convertirse en balnearios caseros de alto rendimiento y bajo costo. De hecho ¿quiénes fueron los primeros que tuvieron bañera en casa? La gente de clase acomodada. Piénsese que en los años 40 del pasado siglo XX la gente pobre no tenía ni baño. Quienes iban a los balnearios pertenecían a la clase acomodada porque un balneario ni era ni es barato. Una estancia de un mes puede costar más de 3.000 euros en la actualidad.
Algo que ni un rico paga con gusto ya que éste suele ser alguien que lo que busca es cómo obtener lo que quiere sin pagar por ello. Así que cuando los ricos se dieron cuenta de que los balnearios curan -aunque ignoraran por qué- se decidieron a estudiar cómo tener alguno siempre a su disposición pero sin pagar tanto por ello. Entonces les contaron que el agua de los balnearios cura porque sus aguas son termales. A lo que el rico responde: “¡Que me pongan una terma en casa”. Es que las aguas de balneario son minerales, les dicen luego. Y entonces preguntan qué minerales llevan, hablan con algún químico y éste les explica que en las aguas de balneario hay 20 gramos de sales por litro de agua. Así que los ricos, aleccionados, encargan bañeras sabiendo que deben llenarlas hasta la mitad -para que haya unos 100 litros de agua- y luego agreguen dos kilos de sal marina. De esa forma la proporción de sal será también de 20 gramos por litro. Y ya tienen un gradiente osmótico. Resumiendo, las bañeras caseras son en realidad artilugios terapéuticos muy eficaces que nadie nos ha enseñado a utilizar. Porque cuando el agua caliente dilata los poros de la piel y éstos se abren el organismo transpira eliminando anhídrido carbónico (CO2) a la vez que expulsa grasas, amoníaco y ácido úrico. Y todas esas fracciones ácidas que eliminamos a través de la piel en la bañera ya no necesitan ser desechadas por los pulmones, los riñones y el hígado con lo que les evitamos que tengan que filtrarlas ellos.
Basta en suma agua caliente –no hace falta que queme- y dos kilos de sal marina en la bañera para configurar un mecanismo sencillo de alcalinización rápida –media hora de baño diario bastan- a disposición de cualquiera. Y barato. Tales baños suponen una diálisis percutánea, una especie de pulmones, riñones e hígado artificiales de alto rendimiento y bajo coste que casi nadie usa porque no se lo han explicado.
Bueno, no todo el mundo -y pienso especialmente en las personas 
mayores- se puede permitir entrar y salir de la bañera todos los días.
Siempre hay alternativas. A la gente mayor que no puede o debe 
entrar en la bañera para evitar riesgos mayores le digo simplemente que no se 
meta. Basta que se siente en una silla, coja un barreño pequeño donde quepan 
unos diez litros, eche en él agua caliente y un cuarto de kilo de sal marina 
para mantener la proporción de la que hablábamos y lo disfrute. Es verdad que la 
superficie corporal expuesta es menor pero tres baños de pies al día equivalen a 
un baño completo. Puede hacer por tanto diez minutos por la mañana, diez al 
mediodía y diez por la tarde-noche. Y respecto a la temperatura siempre les digo 
a los pacientes que deben sentirse a gusto. Hay personas a las que les va bien 
25 grados y otras a las que les van 30. Con 30 grados a la sombra ya se suda… y 
la cuestión es sudar. Redescubramos a Galeno, o si se quiere, a nuestras abuelas 
que curaban siempre con cuatro elementos. Lo primero que hacían nuestras abuelas 
en cuánto decías ¡ay! -y daba igual lo que te ocurriera- era prepararte una 
lavativa. Y luego nos daban un caldo de pollo o gallina, o un caldo de verduras, 
o una compota de manzana o pera, o un arroz caldoso, y con eso -la lavativa y el 
caldo- ya tenían su cura de aguas. El tercer pilar que proponían era una buena 
sudada. Todo lo arreglaban con una buena sudada. Cuando las abuelas no tenían 
bañera -lo comprobé cuando ejercí la medicina rural en la comarca de la Segarra 
en Barcelona- ponían agua a hervir, llenaban botellas de cristal con el líquido 
a 70-80º, las envolvían con toallas -para que el cristal no quemara la piel- y 
colocaban luego tres botellas a cada lado del enfermo añadiendo cuatro mantas 
encima. ¡Y no veas tú qué sudada! Bueno, también usaban hierbas medicinales 
porque a diferencia de la generación actual conocían bien sus propiedades 
terapéuticas.
¿Cuál es el fin primordial de una lavativa?
Desintoxicarse, y por tanto, proteger el hígado. Un colon 
tóxico a quien más afecta es al hígado. Y voy a explicarlo de una forma muy 
expresiva: al lado de cada inodoro hay en todas las casas una escobilla porque 
la suciedad se pega y cuando activas la cisterna los restos fecales quedan a 
menudo adheridos. Bueno, pues en nuestro intestino pasa lo mismo: por él 
transitan todos los días restos fecales y siempre quedan restos adheridos a la 
mucosa. Al punto de que con el tiempo puede llegar a formarse una auténtica 
carcasa de restos fecales pegados a la mucosa intestinal. Lo sabemos pero no lo 
valoramos. Y sin embargo tiene mucha importancia. Una de las funciones primarias 
del colon es recuperar el agua de la digestión y cursar el bolo fecal en estado 
sólido. Para hacer la digestión utilizamos de hecho casi cinco litros de agua 
que obtenemos con la que ingerimos al beber pero también con el agua presente en 
la comida -especialmente en frutas y verduras ya que en un 90-95% son agua- y en 
los jugos gástricos (hasta dos litros y medio). Todo ello sirve para hacer una 
gran sopa, emulsionar las grasas y micronizar los minerales y oligoelementos 
para que el intestino delgado lo absorba luego todo. Lo que llega pues al colon 
son sólo los restos no nutritivos, los restos fecales, si bien el organismo -que 
todo lo aprovecha- recupera el agua deshidratando para ello el bolo fecal. Y esa 
agua que se absorbe en el colon va a la sangre; es más, va primero directamente 
al hígado. Luego, si nosotros no hacemos una limpieza periódica del colon cada 
vez que éste recupera agua, ésta tiene que atravesar la carcasa de restos 
fecales antes de llegar a la mucosa, atravesarla y llegar al hígado y 
posteriormente a la sangre. Con lo que acabamos llevando a ésta una auténtica 
infusión de aguas fecales. En otras palabras, cuando el colon está muy sucio nos 
intoxicamos inevitablemente. Así que uno debe plantearse hacerse una limpieza de 
colon cada cierto tiempo. Si se puede, una buena hidroterapia de colon. Si 
económicamente no se puede, mediante la lavativa de toda la vida. Muchas veces 
lo que yo sugiero a mis pacientes es combinar la ingesta de aloe vera con la 
lavativa. La idea es que el enfermo ingiera durante una semana zumo de aloe vera 
para ayudar a desprender los restos adheridos y luego se aplique la lavativa. 
Basta entonces meterse un par de litros de agua templada/caliente para que el 
colon quede limpio.
¿Cree usted que ha cambiado algo la mentalidad de los oncólogos respecto de la medicina natural en los últimos años?
Poco a poco… pero sí. Puedo decirle que hay ya bastantes 
oncólogos y radiólogos de distintos lugares de España que llevan tiempo 
enviándome pacientes para que les desintoxique porque reconocen abiertamente que 
haciéndolo sus tratamientos van mejor. Otra cosa es que lo pidan aún con la boca 
pequeña y que su petición siempre vaya acompañada de la coletilla “Mira, 
Alberto, esto que se quede entre nosotros”. Pero la apertura es cada vez mayor. 
Claro que hay una especie de run-run entre los pacientes en las salas de espera 
sobre la eficacia de lo que hacemos y al final todo se sabe. Bueno, no es menos 
cierto que quienes más pacientes nos mandan son los enfermeros/as porque también 
son quienes tienen más contacto directo con los pacientes.
Como es cierto que cada vez más médicos entienden que la Medicina Biológica o Naturista no es una “medicina complementaria” ni una “medicina de confrontación”.
Es simplemente Medicina.
Entrevista de Antonio F. Muro, publicada en la Revista Discovery Salud.
Como es cierto que cada vez más médicos entienden que la Medicina Biológica o Naturista no es una “medicina complementaria” ni una “medicina de confrontación”.
Es simplemente Medicina.
Entrevista de Antonio F. Muro, publicada en la Revista Discovery Salud.
Sin lugar a dudas es una puerta a la esperanza,una lucha menos agresiva,en definitiva una luz que nos alumbra el camino,que nos hace ver que el futuro no es tan oscuro y nos sirve de faro en las inmensas noches a solas.
 No pierdan la esperanza y sobre todo no dejen escapar la luz de este faro,que con tanto esfuerzo nos enciende el Dr. Alberto Martí Bosch. 

 
Bonitas palabras...Aqui estaré,mirando siempre al frente y sin perder de vista la" luz de ese faro"..por si ,llegado el momento, nos tocara luchar otra vez..Eso si,ahora con todos los recursos y armas adicionales que tenemos, y por supuesto,sin ninguna intención de perder..
ResponderEliminarGracias por la entrada Anica.
Perfecto,esa es la actitud!!!
EliminarYo estare cerquita...
Alentadoras y esperanzadoras palabras....
ResponderEliminarAna enhorabuena por este blog y gracias mil por compartir esta entrevista del Dr.Alberto
Un abrazo
Muchas Gracias Esper!!! La verdad es que poco a poco le voy dando forma y sentido a este pequeño espacio.
EliminarMe alegro que te resulte interesante esta entrevista...
Si necesitas cualquier cosa puedes contar conmigo,por privado o me llamas ya me dijo Raul,que te dio mi movil.
Un bsz prenda y mucha suerte.